Matías Ramón Mella
De las tres grandes figuras próceres del siglo 19, fundadores
de la República, Matías Ramón Mella representa la expresión militante y
decidida y el más adaptado a las actividades políticas de una sociedad pre-capitalista.
Matías Ramón (que años atrás se le llamaba erróneamente
Ramón Matías) nació el 25 de febrero de 1816 en la ciudad de Santo Domingo,
hijo de Antonio Mella Álvarez y Francisca Castillo Álvarez. En Santo Domingo
creció y vivió, adquiriendo para su adolescencia y primera juventud fama de
hombre de valor. Se le reputaba como muy diestro en el uso de la espada y el
sable.
Contrajo matrimonio a los veinte años con la joven María
Josefa Brea, perteneciente a una familia burguesa importante, aunque ninguno de
los dos aportó grandes bienes al matrimonio, según hace constar en el
testamento fechado 5 de mayo de 1859. Fue ya casado, cuando al parecer adquirió
sus bienes y propiedades, parte de ellos por vía hereditaria tras el
fallecimiento de su padre en febrero de 1837.
No se sabe tampoco cuando conoció a Juan Pablo Duarte
pero, fundada la sociedad secreta "La Trinitaria", se adhirió a ella
en calidad de "comunicado", junto a Francisco del Rosario Sánchez y
Félix María Del Monte. Duarte vio en Mella un discípulo de condiciones
excepcionales y lo designó para substituir a Juan Nepomuceno Ravelo cuando éste
fracasó en las gestiones que le encomendara, de llegar a un acuerdo con los
dirigentes haitianos cuando se organizara el movimiento de la Reforma (paso
previo para alcanzar la independencia).
Todavía en 1842 residía o visitaba con frecuencia a San
Cristóbal ligado al negocio del corte de madera. En enero de 1843 fue comisionado
por Duarte para trasladarse a la villa haitiana de Los Cayos de San Luis, al
sur de la isla, para hacer contactos con los revolucionarios reformistas
adversarios del presidente Boyer. La táctica correcta de Duarte de aliarse con
los enemigos de Boyer encontró en Mella un agente capaz de sumar a los
militares y civiles que, encabezados por Charles Herard, querían el
derrocamiento del presidente de la república que tenía más de veinticinco años
gobernando y cuyo mandato se había convertido en una represiva dictadura,
situación que facilitaba los planes de Duarte frente al régimen.
A su regreso de Los Cayos, luego del derrocamiento de
Boyer, Mella se trasladó al Cibao Central como agente propagador del ideal
republicano. Cuando Charles Herard, como Presidente de la República, visitó la
parte oriental, a su paso por esa región ordenó la prisión de Mella, Rafael
Servando Rodríguez y el sacerdote Juan Puigbert, acusándolos de querer destruir
el ejército y los remitió a Puerto Príncipe donde permanecieron dos meses
detenidos, regresando en septiembre a la parte oriental.
Los sucesos se precipitaron y, en ausencia de Duarte,
junto a Sánchez, activaron los preparativos revolucionarios. En enero de 1844
ayudó a Sánchez, jefe del Movimiento, a redactar el Acta de Independencia y, a
sugerencia suya, se le llevó a Tomás Bobadilla para su revisión.
En la noche del 27 de febrero de 1844 es de los primeros
conjurados en llegar a la Puerta de la Misericordia. Exhorta a unos pocos
temerosos a no abandonar el lugar y, audaz e impulsivo, Mella dispara su famoso
trabucazo en la Puerta de la Misericordia, partiendo desde allí los conjurados
hacia la Puerta del Conde, donde es proclamada la República e izada la Bandera
Dominicana.
Proclamada la República, forma parte de su primera Junta
Central Gubernativa, presidida primero por Sánchez y luego por Tomás Bobadilla,
convertido en la figura determinante de la misma. Para los primeros días de
marzo parte para el Cibao como Gobernador del Distrito de Santiago y Delegado
de la Junta Central Gubernativa, pero en realidad es el jefe político y militar
de la región más importante del país. Ostenta el rango de Coronel del naciente
Ejército Nacional, que será el Ejército Libertador. Hace venir a José María
Imbert, de Moca, y lo nombra su segundo en el mando militar.
A mediados de marzo llega a territorio dominicano el
señor Teodoro S. Heneken, procedente de Cabo Haitiano, y advierte a las
autoridades las intenciones de invasión por parte de Haití. Solamente Mella es
receptivo a los informes del viajero. Deja instrucciones a Imbert de lo que
debe hacer y recorre la región reclutando hombres y tomando posiciones que
revelan su gran capacidad militar organizativa.
Cuando comienza la
batalla de Santiago, Mella no se encuentra en el lugar del combate, aunque
parte importante de los méritos son suyos porque dispuso las primeras
instrucciones y escogió a Imbert como lugarteniente.
Los acontecimientos tomaron un giro diferente después de
la victoria de Azua el 19 de marzo. Duarte se presentó en el Cibao y Mella,
entusiasmado e impulsivo, lo proclamó Presidente de la República. Esa acción
rompió el equilibrio de las fuerzas que dirigían la joven república y terminó
imponiéndose el sector social más atrasado, encabezado por Pedro Santana y
Tomás Bobadilla. Los auténticos héroes nacionales son declarados traidores a la
patria y expulsados de por vida del territorio nacional. Volvió, junto con
Sánchez, al país en 1848 amparado por la amnistía decretada por el Presidente
Manuel Jimenes.
Cuando Faustino Soulouque invade el país, Mella se
incorporó al Ejército, destacándose en la famosa Batalla de Las Carreras y
termina siendo secretario de Pedro Santana. Luego de la renuncia del Presidente
Jimenes y electo Buenaventura Báez Presidente de la República, en septiembre de
1849, es nombrado Secretario de Estado de Hacienda y Comercio. Separados y
enemigos Santana y Báez, Mella seguirá al lado del primero. Siempre lo prefirió
al segundo, hasta que la causa de la anexión a España los enemistó para
siempre. Entre 1849 y 1861, en enero, cuando rechaza frente a Santana el
proyecto de anexión, ocupará Mella importantes cargos civiles y militares.
Comandante de Armas, Ministro de la Guerra, Gobernador, Ministro
Plenipotenciario y Enviado Extraordinario en Misión Especial frente al Gobierno
español, para gestionar el reconocimiento de la República o del Protectorado.
En julio de 1856 se le encomendó preparar un proyecto de ley para organizar el
Ejército. Ya se le tenía y respetaba como un entendido en asuntos militares.
El general Mella, mientras rendía sus útiles servicios a
la causa, fue atacado de disentería y exhaló el último aliento en extrema
pobreza el 4 de junio de 1864. Vivía entonces en una mala casita, de las
improvisadas después del incendio, sita al pie del fuerte San Luis, en Santiago
de los Caballeros. Murió con la singular distinción de ser dos veces prócer de
la República. Pidió que lo enterraran envuelto en la Bandera Nacional, y así se
hizo.
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